Una promesa en el fin del mundo by Sarah Lark

Una promesa en el fin del mundo by Sarah Lark

autor:Sarah Lark [Lark, Sarah]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-12-10T05:00:00+00:00


7

James llamó a la puerta de la habitación de Helena a las siete en punto y tenía aspecto de estar bastante irritado. Al parecer, se había peleado con su padre en cuanto se habían visto.

—No debería haber vuelto a casa —farfulló mientras guiaba a Helena escaleras abajo—. Debería haber ido a Greymouth y buscarme un empleo en la mina. ¡Así habrían visto lo que han ganado trayéndome aquí!

Helena no hizo comentarios a ese arrebato. Por lo que ella había deducido de la actitud de Gloria McKenzie, a los padres de James les daba igual si su hijo pasaba el resto de la guerra en la costa Oeste, en la Isla Norte o en Australia. Lo principal era que no lo mataran en la guerra.

—Pues entonces esta señorita se habría puesto muy triste —observó, señalando a Ainné, que le pisaba los talones a James y continuamente levantaba la cabeza idolatrándolo.

La expresión avinagrada del joven cedió paso a una sonrisa.

—En eso tienes razón —respondió, y Helena se sintió mejor.

Las rabiosas palabras de James la habían hecho sentirse insegura, pero ese rápido cambio de actitud confirmaba la evaluación que había hecho de él hasta entonces: James McKenzie podía sulfurarse enseguida, pero el enfado no le duraba mucho. Sus padres lo habían ofendido, pero volvería a llevarse bien con ellos.

Jack y Gloria McKenzie ya habían tomado asiento a la mesa cuando Helena y James llegaron, pero el padre se puso cortésmente en pie para saludar a su invitada. Helena también lo encontró muy simpático. Era alto, delgado, de cabello rizado y cobrizo y ojos serenos de un castaño verdoso; su tez era más oscura que la de su hijo. Tenía un rostro anguloso y surcado de arrugas, muchas de ellas de reír, pero ese hombre, como ya sabía Helena, había sufrido también períodos de intensa aflicción. No obstante, Jack McKenzie parecía un hombre de buen talante y estar en paz consigo mismo. Le indicó a Helena un asiento junto a James y se esforzó por entablar una agradable conversación mientras se servía la comida. De ello se encargaba una chica joven con vestido oscuro y delantal, pero sin cofia sobre el largo cabello negro. Seguro que tenía antepasados maoríes, pero Helena intuyó que tal vez tuviera también ascendientes blancos.

—Gracias, Anna —dijo Gloria cuando la muchacha hubo servido la sopa.

En cualquier caso, no era un nombre maorí, pensó Helena.

—¿Así que viene usted de Polonia? —se interesó Jack—. ¿De qué parte?

Helena dejó la cuchara. Su anfitrión seguro que pretendía ser amable, pero a ella todavía le resultaba difícil hablar de su hogar perdido en Leópolis.

—De Lwów —respondió—. El nombre es algo difícil de pronunciar, es más sencillo Leópolis. La ciudad tiene distintos nombres, ¿sabe? Es porque convivían en ella muchas nacionalidades. En la mayoría de los casos de forma pacífica… —Se obligó a tomar y tragar una cucharada de sopa. Era muy rica, sabía a boniato, pero los recuerdos le dejaban mal sabor de boca—. Leópolis pertenece a Polonia Oriental —siguió contando—. Siempre hubo allí distintos



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